CONCLUSIONES
Aproximarse a la vida de Antonio Rodríguez del Villar representa un primer acercamiento a su obra. Las particularidades del tiempo y el espacio que sirvieron de marco a la vida del escultor hacen más comprensible su visión del mundo y de la creación artística, sin embargo es su personalidad y su visión del mundo lo que mejor nos explica su obra. Realizar un acercamiento a sus trabajos o, más aún, establecer pautas para estudiarlos y comprenderlos es imposible sin esos datos que hacen de él un hombre contemporáneo enamorado del arte clásico. Su espíritu contradictorio fortalecido a través de la armoniosa relación entre sus particulares convicciones éticas y estéticas, se expresaba en cada una de sus creaciones al establecer una conexión íntima entre sus obras y quienes las contemplen, provocando en ellos la auténtica experiencia de la emoción estética.
En 1964 Susan Sontag expresa que “en lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte” (Sontag, 2007, p.27) Antonio, no leyó sus ensayos, sin embargo durante toda su vida de creador defendió siempre esa idea. Cuando afirma que no le satisfacía “la perfección material de su obra o el parecido extraordinario al modelo” sino que buscaba que su escultura reflejase “algo interno” y más aun cuando afirma: ”No me gusta el arte que necesita de la literatura para que el público lo comprenda”; coloca al observador en un plano protagónico de re-creador, situado más allá de la simbología de sus monumentos y de la fidelidad con que una escultura podría semejarse a un cuerpo humano; sus obras poseen una clara y definida finalidad: la emoción que éstas produjeran en quines se acercaran a disfrutarlas.
El Arte ha de llegar al alma de todas las mentes humanas y todo hombre ha de sentir la vibración de lo bello ante la obra que contempla (…)
El Arte puede llamarse así cuando deja en el espíritu del que lo contempla, un recuerdo imperecedero y que al evocarlo sienta la misma emoción
Sontag afirma que
la obra de arte, considerada simplemente como obra de arte es una experiencia, no una afirmación o la respuesta a una pregunta(…) el conocimiento que adquirimos a través del arte es experiencia de la forma o estilo de conocer algo, mejor que conocimiento de algo (como un hecho o juicio moral) en sí mismo (Sontag, 2007, p.37)
Lo que hace Antonio con su escultura es mostrarnos “su forma” de conocer la realidad que le rodeaba, su estilo es el de un exquisito y denodado apego al modelo real; que el vehículo sea un héroe o un caballo o una hermosa mujer es parte de la “escuela” que lo cobijo, son motivaciones para expresarse. No es la perfección de reproducir la realidad lo que seduce en las esculturas de Antonio sino su capacidad de emocionar, de complacer, de producir recuerdos placenteros por el solo hecho de revivir en nuestro pensamientito la imagen de la obra. Esa fue la permanente búsqueda de Antonio…la búsqueda y el logro, sin esa emoción en la que el espectador se hace cómplice del artista, su obra no hubiese sobrevivido, hubiese carecido de la atemporalidad que la caracteriza.
De nuevo citando a Sontag:
…el arte no excita; o, si lo hace, la excitación se apacigua dentro de los términos de la experiencia estética.Todo gran arte induce a la contemplación, a una contemplación dinámica. No importa hasta qué punto se sienta el lector, el auditor o el espectador inclinado a una identificación provisional de lo que haya en la obra de arte con la vida real, su reacción última –en la medida en que reaccione ante la obra como obra de arte- debe ser desprendida, reposada, contemplativa, emocionalmente libre y estar por encima de la indignación y de la aprobación(Sontag, 2007, p.44)
Pienso que si aplicamos ese “estar por encima de la indignación y la aprobación” que expresa Sontag, a la obra de Rodríguez del Villar, podemos encontrarnos con varios ejemplos, el más significativo: el Monumento a Carabobo, donde el propio artista se desprende de lo que podrían haber sido sus íntimos sentimientos nacionalistas para entregarse de lleno a su creación: un español honrando la victoria patriota venezolana sobre el ejercito realista: esta este es sin duda la temática esencial del Monumento, sin embargo, Antonio va más allá al realizarlo, tanto que su propio convencimiento, su “forma de conocer” se convierte en el espíritu de la obra y así, americanos o europeos, venezolanos o españoles, se dejan seducir por el contenido estético del Monumento, sin fronteras, sin diferencias. Antonio fue un Español Bolivariano y así como representó incontables veces a El Libertador, se enamoró de la raza indígena y de los héroes que contribuyeron a la independencia americana como la colombiana Antonia Santos. Eso no hacía de Rodríguez del Villar un traidor a su patria o un americanista exacerbado, eso nos demuestra que Antonio era en esencia un Artista de convicción y así vivió su existencia, así educó a sus hijos, así entendió sus relaciones amistosas.
En cuanto a la despreocupación por firmar sus trabajos, fuese por restar importancia al hecho de que un nombre cualquiera acompañara a sus creaciones o porque, como dijo también alguna vez, estaba en espera de realizar la obra que le satisficiera por completo, es este un rasgo que intensifica la comunión de Antonio con toda su obra: “sus hijos” como el solía decir, hijos esparcidos por el mundo que no necesitaban llevar una etiqueta con su nombre: eran su creación, habían salido de sus manos, eran total y absolutamente suyos.
Poco, entonces, hay que decir sobre su decisión de permanecer en el anonimato, sólo que, más de un siglo después, cuando muchos de sus trabajos siguen en pie es justo hacer una catalogación de su obra, tener el gusto de confirmar sospechas, aclarar dudas y devolver a ojos del mundo, la paternidad a tantos trabajos escultóricos que permanecen huérfanos de autor. Una labor intensa y encantadora que consiste en se ubicar esas obras que se encuentran respaldadas por fotografías o por artículos periodísticos y de las que se posee apenas una idea, un testimonio de que existen y someterlas a una análisis, después de ser ubicadas, aplicándoles los conocimientos obtenidos a base del estilo particular de Rodríguez del Villar. Incluso, ir más allá, estudiando obras sobre las cuales no se hace mención, como se planea realizar con un monumento al presidente panameño Juan Demóstenes Arosemena, situado en la plaza principal de Santiago de Veraguas o con una Virgen para el Cerro de Guadalupe en Bogotá, encargado a Rodríguez del Villar en 1922, de acuerdo con documentación avalada por una página de Internet.
Finalizando el presente estudio recibo un correo electrónico, respondiendo a otro, enviado por mí, hace varias semanas, al Museo Valencia en Popayán, Colombia en el encuentro la fotografía de una obra, desconocida, no sólo para mí sino, incluso para los hijos de Antonio; no es un trabajo monumental, ni siquiera una escultura o un busto; más bien una obra entrañable y de un contenido sentimental intenso que Antonio siempre recordó, a pesar de parecer poco importante: es la única lápida que realizó en toda su vida y en ella aparece, de perfil el rostro de doña Josefina, esposa del poeta colombiano Guillermo Valencia – a la que se hace referencia en páginas anteriores. En este caso, la curiosidad me había impulsado a investigar sobre esta lápida: el esfuerzo dio su fruto. Quienes la mantenían y conservaban como obra de arte, jamás supieron, hasta ahora, quien fue el autor que, mediante pruebas enviadas por mí, ha sido un agradable descubrimiento para ellos. Así como o el monumento a Monseñor Montes de Oca, en Valencia, estado Carabobo que, en páginas de Internet, aparece “sin autor”, o como sucedió hasta hace poco tiempo, en Panamá, con la Escuela Normal de Santiago, el trabajo de establecer la autoría de Antonio en muchas de sus obras está por realizarse.
¿Qué pensaría el autor al comprobar este empeño por redescubrir sus trabajos escultóricos? Pienso que esbozaría una sonrisa y diría algo así como: “Si os gusta lo que hice, si lo disfrutáis, si os alegra el espíritu y os complace el corazón, me doy por satisfecho aunque no se coloque una placa más con mi nombre, en alguna de mis obras”.
lunes, 22 de junio de 2009
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