CAPÍTULO VII
FINAL DEL VIAJE
VENEZUELA
Antonio no tomó nunca la decisión de establecerse en un lugar, acostumbrado como estaba a cambiar, a viajar, tenía una habilidad innata para hacer de cualquier lugar su hogar; sólo hacía falta contar con la ilusión de que la familia estaría allí para acompañarlo; llegar a Venezuela y quedarse allí para siempre fue puramente circunstancial; y una de las más influyentes circunstancias fue que Caracas le gustaba, pero la más determinante era que Antonio contaba ya con sesenta y dos años. Todavía vital, lleno de energías y quizás algo más hiperactivo que simplemente activo, su historia de “artista itinerante” dejaba ya de tener sentido en el mundo de la posguerra que invitaba a la seguridad, la estabilidad, la paz y la comodidad. La generación de Antonio que había vivido tanto, que había inventado tanto, que había visto tanto comenzaba a experimentar una especie de modorra espiritual, algo así como comenzar a saborear los frutos de lo que se había sembrado.
La familia de Antonio se había reducido, con dos hijos en España y ya sin sus hermanas, el trabajo, sin embargo, no faltaba, dentro y fuera de Venezuela, pero siempre en América. Antonio no volvió a regresar a Europa.
Venezuela era un país nuevo, inscrito en el desarrollo y en busca de una identidad política acorde con las ideas democráticas. Una vez más, el mundo estaba en guerra, en 1939 Venezuela se había declarado neutral, sin embargo la economía se ve afectada: baja la demanda de los productos tradicionales y aumenta la del petróleo. A pesar de que continúan siendo altas las cifras de analfabetismo y de que epidemias y pobreza siguen afectando al interior del país el progreso inicia una carrera vertiginosa hacia el futuro
España vivió la Segunda Guerra Mundial sin más ocupación que su recuperación lenta y sin ejercer plenamente sus libertades; es la época de las grandes migraciones a América en busca de mayores oportunidades y de un futuro estable y cómodo. Julio, el segundo de los hermanos, es el primero en volver a América, Álvaro tarda un poco más, incluso se casa en España pero Antonio no está tranquilo hasta tener de vuelta a toda su familia que va aumentando su cantidad de miembros, para el año 50 todos se encuentran juntos, de nuevo. Los Rodríguez del Villar han adquirido un aire más conservador, aquéllas imágenes del bohemio, que posteriormente se vieron sustituidas por fotografías familiares dignas de alguna escena de un film cinematográfico de la época, con una Elvira tocada con exóticos sombreros y envuelta en fantásticos abrigos, acompañada de sus hijos perfectamente bellos y absolutamente elegantes a pesar de tener edad apenas para dar sus primeros pasos, comienza a cambiar progresivamente. Antonio ha perdido el cabello, y el poco que le queda se le ha vuelto blanco; en el estudio, junto a sus obras aparece con aire cansado, sin sus acostumbradas poses erguidas y elegantes de actor de cine mudo. Elvira lleva ahora pequeños sombreros discretos y ha dejado de usar abrigos, aparece con trajes de chaqueta prácticos en los que se ve que la comodidad ha vencido a la elegancia; ahora se ha convertido en activista social y asiste a tes, reuniones y charlas donde es ella, en muchas ocasiones, la conferencista, se ha convertido en periodista colaboradora en “La Religión”, periódico cristiano. Con el tiempo, las fotos familiares son más desenfadadas, naturales y espontáneas, aparece quizás alguno de los nietos llorando o las nueras conversan en un cumpleaños familiar y ni siquiera dan cuenta de que alguien las inmortalizó en una fotografía…a colores; ¡qué diferencia de aquellas fotos posadas y estudiadas, en blanco y negro donde estáticos, todos esperaban el relámpago del flash para poder respirar con tranquilidad! Parecía que todo se realizaba antes con arte en la familia Rodríguez del Villar: trabajar, vestir, vivir…La influencia de la practicidad se come a grandes bocados todo aquel glamour y sofisticación que con tanta sobriedad supo impregnar Antonio en toda su vida familiar.
Pero, ¡nada de nostalgia! Los tiempos nuevos ameritan un ritmo de vida nuevo y Antonio, amante de la tecnología se aviene de maravilla con el televisor y los aviones que utiliza cuando tiene viajar por razones de trabajo; se convierte en abuelo con la mayor comodidad del mundo: aumenta la familia y eso, para él es uno de los más dulces placeres de la vida. Como expresó en un artículo, de su autoría que publicó en La Estrella de Panamá, en Julio del año 1936, que titula “Responsabilidad del hombre consciente”, mantiene –y mantuvo siempre- su planteamiento vital de “ser idealista dentro de la vida práctica”.
Alrededor del año 46 realiza un monumento a Monseñor Montes de Oca, destinado a la ciudad de Valencia. Para la fecha, Salvador Montes de Oca era un personaje que ya pertenecía a la historia, había sido el segundo Obispo de Valencia y fue desterrado por el Presidente Gómez a causa de problemas políticos el mismo año en que Antonio viajó a Italia para fundir su obra destinada a convertirse en el Monumento de Carabobo. Ambos personajes compartieron la travesía, se conocieron y compartieron mucho tiempo y conversaciones; así, años después, Rodríguez del Villar contaba con una maravillosa referencia, más allá de retratos y documentos históricos. Al realizar la escultura fue mucho más fácil dotarla de personalidad e “infundirle el alma” de la que tanto le preocupaba dotar a sus obras.
El caso de este monumento es el mismo que, lamentablemente, se le puede atribuir varias obras de Rodríguez del Villar: en una página de Internet, referente a la ciudad de Valencia, estado Carabobo, aparece la siguiente información:
El Monumento a Monseñor Montes de Oca, colocado en la plaza homónima, es un hermoso grupo escultórico realizado en mármol y en bronce, en el que aparece una figura del prelado con la mano derecha en alto sosteniendo una cruz y la mano izquierda sobre unamedia columna, con dos detales de carácter monumental a ambos lados. Fue mandado a erigir por la distinguida dama valenciana ana Cecilia Branger de Branger. Es de autor desconocido y no tiene fecha. (http:// valencia.com.ve/2006/07/26/el-espiritu-combativo-de-monseñor-montes-de-oca/).
Fotografías de las esculturas en el estudio, así como recortes de periódico confirman la autoría de este monumento que, como muchos otros, permanece en el anonimato.
En el año 47, se encuentra realizando un importante monumento para Panamá y realiza una maravillosa cabeza del presidente Roosevelt que visitaba ese país para aquellas fechas.
Probablemente durante estos años realizó un Santo Cristo de las Angustias para los Padres Pasionistas y un Corazón de Jesús para el colegio de la Consolación en Caracas. Existe también testimonio de un altar y retablo de la Santísima Trinidad para un templo, situado entre las calles de Neptuno y Águila, en la ciudad de la Habana
En 1949, un maravilloso proyecto se apodera de sus manos, de su creatividad y de su corazón.
MONUMENTO AL INDIO MARA
Muchos son los artículos que hacen un seguimiento a la elaboración de este monumento. Para Antonio era fascinante la idea de estudiar y asimilar los rasgos indígenas; desde muy joven había sido un enamorado del cuerpo humano y de las variaciones que podía apreciar en rostros y contexturas físicas, ahora era completamente libre para crear una obra en la que pudiera transmitir su concepto acerca de las particularidades étnicas de una raza que le seducía por su belleza, exótica para él tan europeo. En el caso del Monumento al Indio Mara, conocer la historia y las leyendas que se tejían en torno al personaje no fue suficiente para Antonio, su idea era transmitir un sentimiento más auténtico que el de un mero observador, complacido con la belleza que trata de reproducir, a través de su estilo personal. Muchas fueron las horas que Antonio, en compañía de su hijo Julio, pasó en el barrio de Ziruma. Aquella era una oportunidad única de vivenciar, más que imaginar. Compartió con los guajiros comidas y aprendió costumbres que a través del trato, lo acercaron a los indígenas.
Como siempre, le tocó buscar modelos y esta vez tuvo para escoger, con la única desventaja de que tuvo que enseñarles a posar
-¿Y el modelo para el Indio Mara? –interrogamos.
- ya lo he conseguido. Es un indio fornido, musculoso, de imponente figura. Algo como yo concibo a los primeros pobladores de esta tierra del Coquivacoa. No podría ser sino un auténtico exponente del sexo masculino que sirviera de modelo para perpetuar la memoria del cacique Mara. Para ello he tenido que hacer un estudio concienzudo de las características frenológicas y fisonómicas. (Diario Panorama, 17/01/1950, p.2)
Antonio contaba ya con casi setenta años, sin embargo, emocionado ante el proyecto se encontraba vital y lleno de energía, su hijo pintor le servía de apoyo y se convirtió en el mejor de los ayudantes. Improvisó, como siempre hacía Antonio, cuando trabajaba lejos del hogar, improvisó – como lo hizo tantas veces- un estudio con suficiente amplitud, luz suficiente y ventilación adecuada; como siempre había hecho con sus talleres pintó las paredes de color verde para evitar que la vista se cansara al apreciar el conjunto.
Al finalizar la maqueta, esta fue expuesta en un hotel de Maracaibo, ciudad donde sería erigido el monumento para la conmemoración del descubrimiento del Lago, que lleva el nombre de esa ciudad, en el año 1499.
La magnífica escultura del Indio tiene 3 metros de altura y es la figura central que se alza en el centro de una fuente. Ocho grupos escultóricos en la parte frontal representan la juventud, la familia, pasado y presente de la raza indígena y los guerreros y escenas e la vida familiar; los bajorrelieves que se encuentran en la parte posterior muestran escenas del descubrimiento y la conquista.
Durante la realización de las esculturas en barro, el clima fue un fuerte oponente contra la obra de Antonio:
Es indispensable –explicó al reportero de Panorama- mantener estas figuras en permanente humedad. Los fuertes vientos en esta época hacen que el material se seque demasiado y se resquebraje, con lo cual el trabajo quedaría destruido (Diario Panorama, 17/01/1950, p.2)
Durante seis meses, estuvo trabajando en el estudio, sin salir de la ciudad: “Debo dedicar todo mi tiempo a concluir una obra en la que va empeñado mi nombre”. (Diario Panorama, 17/01/1950, p.2).
El vaciado en bronce de la estatua principal se realizó en Caracas:
“Es un proceso harto complicado –manifiesta el escultor Del Villar- por cuanto se requiere sacar varios moldes, concluida la estatua en arcilla”.( Diario Panorama, 06/03/ 1950) Para las estatuas en granito se empleó un material especial resistente a la intemperie “ manufacturado en Alemania y que posee la particular propiedad de no resquebrajarse. (…) Ni siquiera le entra el cincel al licuarse y la pátina del tiempo le imprime sombras que realzan el trabajo realizado”( Diario Panorama, 06/03/ 1950)
Como se puede observar desde Carabobo, los monumentos de Antonio cuentan con características semejantes: composición reposada, formas macizas y vigorosas, así como un desplazamiento interior-exterior de las protuberancias y los vacíos.
LA VIRGEN DE GUANARE
En el año 1952 le es realizado a Antonio un hermoso encargo: una espectacular Virgen de Coromoto para el Santuario de Guanare.
La realización de este trabajo se debía al tricentenario de la aparición de la Virgen y el mayor reto que debía enfrentar Antonio, no consistía en la realización de su obra que le emocionaba y lo ilusionaba; sin embargo, previamente debía llevarse a cabo un acondicionamiento, no sólo de la iglesia colonial de Guanare, más allá de eso debía construirse un puente sobre la quebrada del Buco que enlazara la basílica y el lugar donde se colocaría el monumento con la población de Guanare para permitir el acceso de los materiales; además debía realizarse el emparejamiento y acondicionamiento del terreno. Afortunadamente, Antonio contaba con un arquitecto-artista para ayudarlo en aquel trabajo: su hijo Manuel, quien, además de restaurar y reparar la iglesia trabajó en su decoración interior.
La inauguración se llevó a cabo en septiembre de ese año, después de nueve meses, en que la Hospedería de Guanare fue hogar y taller de Antonio donde trabajaba diez horas diarias; el costo de la obra fue de 150.000 bolívares.
La escultura de la Virgen tiene 11 metros de altura y está colocada sobre una base cuadrangular de 10 metros, simbolizando un altar, a sus pies se encuentra un relieve del escudo nacional y debajo, en cada uno de sus lados, se observan tres grupos de que representan a los indios en actitud de adoración.
Este grupo de figuras ha sido considerado como uno de los mejores trabajos, hasta ahora, realizados en la maqueta del futuro Monumento. Sobresaliendo la figura del indio guía en quien se aprecian gestos de méritos artísticos…Esta figura [de la Virgen] también ha sido comentada como algo excepcional en la escultura que practica Del Villar en el Monumento.(Últimas Noticias, 23/05/1952. p.12)
Tras la Virgen hay una cruz, representando a la que originalmente fue clavada en el sitio de la aparición, lugar donde estaba ubicada la choza del indio Coromoto. Las esculturas fueron hechas de mármol sintético.
A pesar de ser tanto el tiempo que Antonio llevaba trabajando en su arte, pareciera que siempre, un nuevo encargo era un reto, una novedad; Rodríguez del Villar disfrutó realmente durante la realización de esta obra, tal como se muestra en un artículo aparecido en el periódico El Universal, el 17 de mayo de 1952.
El perfeccionamiento del trabajo artístico que Rodríguez del Villar elabora en un rincón de la Hospedería de Guanare viene siendo objeto de un gran cuidado(…) “Acaso –dijo- si mi destino fuera morir al terminar esta obra, ceo que me sentiría orgulloso de haber cumplido con la realización de ella”
UN VOLUNTARIO ANACORETA
A los setenta y cuatro años, Antonio tenía un caminar más lento, de pasos más cortos, seguía riendo a carcajadas con facilidad, sus manos continuaban dibujando, con firmeza, figuras en el aire cuando hablaba o cuando relataba alguna historia y aún tuvo el ánimo de realizar un encargo que le llegó de Curazao: una Virgen de ocho metros de altura cuya ejecución le llevó ocho meses. El Monumento de la Inmaculada Concepción, realizado en granito y bronce, fue inaugurado el 8 de Diciembre de 1954. Antonio viajó para la ocasión a Curazao con su esposa: de nuevo entrevistas y alabanzas.
Ese mismo año finaliza “el monumento del gran músico venezolano Pedro Elías Gutiérrez, fallecido recientemente y el cual será erigido en memoria del mismo en la ciudad de Guanare”
A pesar de que en el año 55, se declaraba un voluntario anacoreta, la vida de Antonio estaba todavía lejos de pasar desapercibida; se volvió hogareño y ya no viajaba con la frecuencia que lo hacía unos años antes; parecía que esa pausa que adquirió en el andar se la presentó la vida para que bajara el ritmo y se dedicara a aprender, casi a sus ochenta años, una disciplina que jamás había pasado por su mente: la paciencia. Incluso a sus noventa años recuerdo las manos inquitas, ya temblorosas, trabajando en pequeñas maquetas, en verdad quien lo viera llegaba a la conclusión que sin el contacto del barro en sus manos, la vida no hubiese tenido sentido para él.
En ese año realiza un busto de Andrés Bello para la Universidad Católica de Caracas que lleva el nombre de ese admirable venezolano.
El escultor, aunque llevó a cabo la obra en un tiempo relámpago, reconoce que el busto tenía sus dificultades. De bello sólo se conoce un retrato de frente
- En ella –decía el Padre Barnola, en la frescura matinal del taller con sus lentes al aire- se ve un Bello viejo, casi senil. Rodríguez del Villar ha logrado un Bello maduro, en plena edad creadora.
Y cerca del busto, todavía con el barro húmedo, pero ya de firmes rasgos, explicaba:
-A un lado el roble, como símbolo de la fuerza, de entereza de carácter. Del otro, el laurel del poeta. Abajo la llama del genio y un libro abierto con dos fechas: la de su nacimiento en Caracas y la de su muerte en Chile.
Rodríguez de Villar no ocultaba el orgullo de su obra.
- Es la primera vez que hago a Bello. A Bolívar lo he plasmado tantas veces. Bello es un hombre muy simpático, de una sencillez encantadora como puede verse en sus cartas a El Libertador” . (El Nacional, 23/0971955)
A ese “voluntario anacoreta” –según se describe a sí mismo- lo encontramos descrito brevemente en una entrevista realizada por el periódico El Heraldo( 22/11/ 1955) mientras trabajaba
En un galpón de zinc levantado en el salón de la Iglesia de las Mercedes (…) Se ha desvinculado de todo interés monetario. Ya no lucha por lo que puedan producirle sus figuras. Todas son espontáneas. Apenas una o dos son objeto de encargo (…) Su único afán es emplear las manos cada día en el ejercicio para el cual nacieron.
En aquel taller se encontraba una Virgen para el retablo de la iglesia de los Capuchinos, un busto de Andrés Bello para el Colegio de Abogados.
El autor de la entrevista invita a los lectores a que se acerquen al estudio para ver una escultura de Bolívar “melancólico, vivo…de unos 35 años” ( El Heraldo, 22/11/1955) realizado después de ver la foto de unos bustos en una revista de la Sociedad Bolivariana lo que lo “apenó y le humilló como artista” al y le humilló como artista” (El Heraldo, 22/11/1955). Esto motivó al artista para trabajar en una escultura de El Libertador que, en ese momento parecía estar en comunión con el espíritu de Antonio que aunque satisfecho, comenzaba a dejarse abatir por el agotamiento: cansado ya de retos, de honores, de viajes…
[Bolívar] Ya estaría en la cumbre de su gloria, pero aún no habrían amargado su alma ni ensombrecido sus pupilas la pugna de los caudillos, la desmembración de su República, la Conjura de Septiembre y las rivalidades de Santander” ( El Heraldo, 22/11/1955)
Rodríguez del Villar todavía tenía frente él otras batallas que enfrentar, así, en el año 56 realiza una Virgen para la Iglesia del Pinar y la decoración para el altar.
En diciembre del año 1959 le es otorgada la Orden del Libertador en el grado de Comendador, en reconocimiento por su labor artística dedicada a Bolívar. Siempre utilizaba en la solapa de su chaqueta el botón correspondiente a esta condecoración , tan querida para él.
En 1962 le es encargada una estatua heroica de Bolívar destinada al Perú, donde recibe el honor de ser condecorado con el Sol del Perú, por aquel trabajo así como por otros realizados anteriormente. En el modelo en arcilla, en algún que otro detalle le ayudó el mayor de sus nietos que fue el primero de esa generación en sentarse callado y circunspecto a escuchar las historias del abuelo… pero no, tampoco fue artista este Álvaro hijo, tan parecido a su padre. Varios de los nietos visitábamos ese estudio, aunque muy a nuestro pesar, los más pequeños no podemos recordarlo, afortunadamente, gracias a una hermosa fotografía contamos con un documento que nos inmortaliza junto a la magnifica escultura de Bolívar.
Con respecto a varias obras de Antonio, no existe documentación sobre la fecha, aunque están respaldadas por documentación fotográfica:
-Busto de José Gregorio Hernández (probablemente alrededor del año 1962) Destinado a la Escuela de Medicina del Hospital Vargas, Caracas
- Corazón del Jesús del Colegio de la Consolación.
- Busto del Cardenal José Humberto Quintero
UN PROYECTO NO REALIZADO
En algo más de setenta años de vida artística, pocos fueron los proyectos que no se llevaron a cabo, en Venezuela un grandioso Monumento destinado al pico del Ávila, en Caracas:
En este boceto se ve al Libertador como si dominara desde la cumbre avileña. Aparece la figura ecuestre sobre un pedestal en cuyos costados aparecen relieves representativos de los hechos sobresalientes e inmortales de nuestra historia. (El Nacional, 26/07/sf)
Estos relieves hacen alusión al Monte Sacro, Casacoima, san Mateo y Ayacucho; a los pies de la silueta del Bolívar ecuestre una mujer que representa a Venezuela nutre a las juventudes posteriores, tras ella se encuentran los custodios del altar de la patria.
Antonio comienza a trabajar en esta idea, en los años cincuenta y el proyecto fue revisado varias veces por diferentes entidades y gobiernos que no se sintieron atraídos por la obra que Antonio consideraba avanzada, según sus propias palabras una “nueva concepción”: “Mi monumento a Bolívar es más audaz, más moderno. Se concibe en términos antes irrealizables. Y sale de las nubes” (El Nacional, 26/07/sf). El artista visualizaba la obra concluida y colocada en las alturas: Bolívar ecuestre dominando Caracas.
La altura total del Monumento sería entre 80 y 90 metros, la estructura interna estaría constituida por acero y concreto armado; los materiales empleados: piedra, bronce, mármol del país, aluminio dorado al fuego y cristal de roca para la simulación de estrellas y puntos luminosos. Contaría con iluminación interna y externa reflejada. Lo más llamativo del monumento es que el interior contaría con ascensores para transportar a las personas a las terrazas de la parte superior, la entrada al mismo se encontraría en la parte posterior de la base del monumento, a la que se accedería a través de unas escalinatas que se encontrarían en la plataforma principal.
La maqueta de este proyecto la conservó Antonio durante toda su vida, era parte de su hogar y fue después de su muerte cuando su viuda la donó al Instituto de la Historia Militar de Venezuela; es probable que se encuentre todavía en su sede actual. No pudo ver Antonio cómo “en aquellas alturas, las nubes blancas descenderán del espacio para rodear la efigie de Bolívar como celosas guardianas de un tesoro”
LOS ÚLTIMOS AÑOS
Convivir con un artista marcó a la familia, y no a causa de los honores o las entrevistas o los recortes de periódico que confirmaban que Antonio había sido el autor de un Monumento grandioso al que se le calificó de Altar de la Patria, lo que para su descendencia era tan natural como lo era increíble para quienes no eran cercanos a la familia. Antonio marcó a su descendencia porque su forma de ver la vida, de entenderla, de vivirla; su necesidad de convivir con el arte, disfrutándolo, paladeándolo, respirándolo como una necesidad esencial, es una marca indeleble: ya se trate de pintura, de literatura, de música; sin embargo, el escultor fue él; y siempre conservó sus aires de bohemio-aristocrático: en casa, desde que se levantaba tempranito, siempre con su camisa blanca y su corbata, el escaso cabello blanco alborotado y en las tardes, sentado en su balcón, se remangaba la camisa y trabajaba un poco con la arcilla, al atardecer, tapaba aquella eterna escultura que nunca terminaba y que siempre modificaba, con un pañito húmedo. Salía con los hijos siempre vestido formal y con sombrero y hasta muy mayor no se resigno a usar el bastón. Bienes materiales, se podría decir que no tenía absolutamente ninguno, no le interesaban y nunca trabajo con el fin de atesorarlos, eso sí, las ganancias monetarias que obtuvo durante su vida las disfruto junto a los suyos.
Sus obras han aparecido en monedas nacionales venezolanas: durante más de treinta años el Monumento de Carabobo aparecía en le reverso de los billetes de veinte bolívares y desde el año 2007 en el billete de cinco bolívares aparece una imagen del teniente Pedro Camejo (Negro Primero) inspirada en el busto realizado por Rodríguez del Villar que se encuentra en el Campo de Carabobo.
Le fueron otorgadas otras condecoraciones más, la Orden del Trabajo, por la que se excusó el Presidente de la República al no poder concederle una de mayor rango:
- Maestro, usted tiene ya la más importante de las condecoraciones y yo no quise dejar pasar mi periodo como Presidente sin tener el honor de condecorarlo.
El 24 de Junio de 1966, fue colocada una placa con su nombre en el Monumento de Carabobo
El proyecto y ejecución de este monumento
es obra del escultor Antonio Rodríguez del Villar
y fue inaugurado el 17-12-1930
centenario de la muerte del Libertador
un poco nervioso, sonreía, se posaba con la familia para fotos de los periódicos…pero no estaba feliz…un poco incómodo y con ganas de terminar para llegar a la casa y compartir un rato con los hijos. Aquellos honores no lo habían motivado mucho de joven, en su vejez eran casi un estorbo. Lo aceptó, porque sus hijos lo veían como un acto de justicia, pienso que después de tantos años aquello no tuvo demasiado significado para él, mucho menos que reunirse con todos en la Nochebuena o el Dia de Navidad para intercambiar regalos y celebrar un año más el Aniversario de su Matrimonio. Siempre siguió riendo mucho y nunca jamás se le oyó levantar la voz o mostrar incomodidad o mal humor; siguió detestando la comida china que asociaba con un vago recuerdo de su estadía en San Francisco y continuó deleitándose como un niño, con los dulces orientales que le recordaban a los que preparaban sus hermanas.
Víctima de un ataque cerebral, no perdió, en los días que estuvo enfermo su poder de reflexión y su asombrosa memoria. Pidió permanecer en su casa donde, según sus palabras, irían a recogerlo sus hermanas, y allí se quedó dormido al cabo de unos días el 13 de septiembre de 1971, cuando le faltaba poco más de una semana para cumplir los noventa y un años.
Muchos fueron los honores que se hicieron para sus exequias, a las que, por acuerdo de nuestros padres, ninguno de los nietos menores asistió; en cantidad de periódicos apareció su nombre y se hablo de su obra y algún noticiero televisivo trasmitió la ceremonia, lo que frustró las esperanzas de que los pequeños, aunque fuese en imágenes retransmitidas, nos despidiéramos del abuelo.
REFLEXIÓN FINAL
En un breve escrito, que jamás llego a ser publicado Antonio Rodríguez del Villar realiza una breve reflexión con respecto a las tendencias del arte, tal como el lo veía en los años sesenta. Muchos de sus pensamientos parecen acordes con las tendencias actuales; sin embargo, a través de sus ojos podemos ver cómo un artista formado a partir del siglo XIX, sentía que la ruptura con la escuela clásica era indicativo de una crisis que buscaba una dirección, quizás a un reencuentro con conceptos más tradicionales acerca de las motivaciones del artista y de su creación.
El mundo crea, con los trastornos de la humanidad una posición o reto emocional en que el espíritu busca una escapatoria a la estrechez de vuelos imaginativos que vive, forzosamente; lo que no proporciona el suficiente reposo y estabilidad, ni tranquilidad para que el alma vague sin apresuramientos en busca de la belleza y la perfección.
La paz y la serenidad espiritual de las que Antonio pudo disfrutar en los periodos más fructíferos de su creación fueron para él los principales instrumentos para llevar a cabo su creación.
El Arte tiene, en esta época, dos grandes enemigos: el afán de la popularidad y de la alabanza y la necesaria subsistencia de la vida cotidiana..
Antaño, el artista trabajaba años y años en la consecución de una obra imperecedera, ponía en ello todo el empeño e inspiración de que era capaz, imprimía en sus obras su propia personalidad y trataba de superarse en cada una de ellas (…) los progresos eran más lentos y el hombre fiaba sus éxitos a largo plazo(…) Sin embargo hay que admitir que el estado social de la humanidad no brinda calma ni reposo y el tiempo es un factor importantísimo para el vivir.
A través de esta reflexión es más fácil comprender la motivación de Antonio al realizar sus trabajos; la obtención de meritos o de una compensación monetaria por su trabajo eran una especie de consecuencias, de valores agregados al hecho de crear, era esta la principal motivación y la más alta recompensa a su arte el tener la satisfacción de ver su obra concluida, de que su idea se convirtiera en objeto real y tangible.
Finaliza, Rodríguez del Villar su escrito con el siguiente párrafo:
En la Historia del Arte de la humanidad, se observan estos periodos de transición que han dado origen a las “escuelas” de diversos estilos y tendencias y yo creo que estamos pasando por uno de estos periodos cuyos resultados han de hablarnos de algo más fundamental, de algo más sólido e imperecedero que culmine los deseos del hombre en cuanto a la elevación de sentimientos y esto, solamente nos lo puede decir la Historia.
lunes, 22 de junio de 2009
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