CAPÍTULO III
AMÉRICA, POR PRIMERA VEZ
(1908-1915)
MÉXICO
De nuevo nos encontramos con escasa información sobre Antonio. No existen documentos fotográficos sobre su trabajo en México, ni especificaciones acerca de la obra realizada o sobre el área del la edificación en la que realizó su trabajo. Probablemente, la contratación no se llevó a cabo directamente; en esa época, los artistas trabajaban grandes obras en grupo o para talleres de renombre que llevaban a cabo la obra. De cualquier manera, sólo sería posible identificar o, por lo menos, realizar un estudio comparativo mediante una observación directa y minuciosa de la decoración del Teatro, en general, para establecer una relación entre ésta y los trabajos de escultura decorativa realizados por Antonio.
Sin embargo, poco tiempo permanece Antonio en México, a principios de 1909, lo encontramos ya en Estados Unidos donde permanecerá alrededor de seis años.
ESTADOS UNIDOS
Como sucedía, generalmente, Rodríguez del Villar manejaba los obstáculos con inteligencia y practicidad; Nueva York fue la ciudad donde decidió establecerse y allí busco la forma de solucionar un molesto inconveniente: el idioma. Con la idea de resolver este problema lo antes posible, compra un diccionario y un ejemplar de las Obras Completas de William Shakespeare, por supuesto, en inglés; fue así como adquirió sus conocimientos esenciales en la nueva lengua que fue perfeccionando a través de la práctica.
Comienza aquí la etapa de incansable y constante creación de Antonio que no se detendrá, prácticamente, hasta los últimos días de su vida: “Estas manos mías sólo hallan el descanso y la felicidad en el barro de sus creaciones”
Según sus propias palabras, Antonio viaja a Nueva York para “realizar un trabajo encargado por medio de unos amigos”, sin embargo su ingenio y las circunstancias fueron propicias para que su llegada a la ciudad fuera motivo de revuelo.
Tres días antes del aniversario de la muerte de Abraham Lincoln, Antonio encontraba hospedaje en la casa de unos conocidos, eran días fríos y en particular la última nevada había sido intensa; entonces surge, en él, la idea de modelar, allí mismo, un busto del ex presidente. Así, mientras unas jóvenes le ayudaban amasando bolas de nieve, Antonio iba modelando el busto. Al verlo trabajar, las personas que pasaban corrieron la voz y al cabo de un rato se formó una larga fila de curiosos que duró todo el día; tantos fueron los admiradores de la obra que fue necesaria la policía para preservar el orden. Tres días duró la obra perfecta, impecable ya que en ese tiempo no llovió ni nevó pero la helada fue tan intensa que sirvió para conservar el busto “con el aspecto y la contextura del alabastro”, según palabras del propio Antonio. Durante esos tres días, el público fue constante, incluso se habló en los periódicos sobre el acontecimiento, absolutamente insólito para la época. Antonio había manejado sabiamente una fantástica estrategia publicitaria: aquel suceso le valió una considerable cantidad de encargos.
De allí en adelante, no sólo fueron útiles relaciones y contactos, con el paso del tiempo Antonio iba adquiriendo cierta fama a causa de sus obras y, al llegar a cualquier ciudad, importantes periódicos lo entrevistaban y realizaban resúmenes de su vida y obra. Son muchos los documentos periodísticos que han llegado a mis manos, los cuales se inician con la frase: “Nos visita el reconocido autor del Monumento de Carabobo…” o “Durante una breve temporada fijará residencia en nuestro país el célebre escultor Antonio Rodríguez del Villar…”. Esas publicaciones no sólo sirvieron como medio de publicidad útil para Antonio durante su vida profesional, al pasar el tiempo, se han convertido en una esencial fuente de información para descubrir información y para entender muchos aspectos sobre la personalidad y la trayectoria de Antonio Rodríguez del Villar.
En el año 1909, Antonio realiza uno de sus trabajos más cercanos a su corazón; aunque no poseen la grandiosidad de sus monumentos, los Doce Músicos Sagrados, tallados en roble para el Coro de la Catedral de San Juan el Divino en Nueva York; representan una exquisita demostración de la delicadeza con que Antonio supo trabajar la madera. El encargo, al parecer, no le fue realizado directamente sino a través de la firma de John Barber & Company.
La Guía de la Catedral, publicación que muestra una explicación detallada sobre la decoración de la hermosa edificación, especifica:
The Choir Stalls, rising in three tiers on each side of the Choir proper, were designed by Hems and La Ferge from studies of the stalls in the Cathedral of San Domenico, Taormina, Sicilia. They are of oak and were made by the John Barber Company, of Philadelphia. The finials of the stalls are figures of great musicians and composers of church music, represented in the costumes of their day.
(Las Sillas del Coro, que ascienden en tres niveles a cada lado del Coro, propiamente dicho, fueron diseñadas por Hems y La Ferge, a partir de estudios sobre las sillas del Coro en la catedral de San Domenico, Taormina, Sicilia. Estan fabricadas en roble y fueron hechas por la Compañía John Barber de Filadelfia. Los extremos de las Sillas están rematados por figuras de los grandes músicos y compositores de música sacra, representados en los ropajes de su época)
Los músicos que componen esta decoración son: David, Asaph, Santa Cecilia, Palestrina, Purcell, Haydn, Mendelsohn, San Gregorio el Grande, Talus, Bach, Haendel y Bertniansky.
La detallada minuciosidad del trabajo no sólo en las proporciones sino en la posición, expresión y detalles de los ropajes de los personajes refleja, además del cuidado, la destreza y perfección con que Antonio dominaba la talla en madera, respetando la textura y delicadeza del material; todo ello a pesar de que, lamentablemente, fueron pocos los trabajos realizados por él en este material y, apenas este grupo de Músicos, el único que menciona el autor y del que poseo un respaldo fotográfico enviado por el Archivista Episcopal de Nueva York.
A partir de esta época, existe una descripción más detallada de la obra de Rodríguez del Villar: nombre y ubicación de las esculturas y, en muchos casos, anécdotas y descripción de la realización de algunas de las obras, así como documentación fotográfica. Toda esta información, transmitida a través de sus breves notas o, la mayoría, en periódicos; además de lo que él mismo comunicaba en sus conversaciones.
Comienza en Estados Unidos la producción de una serie de bustos inolvidables para el escultor, entre ellos: busto del Presidente Taft, del banquero Pierpont Morgan y un tercero del célebre héroe japonés de la Batalla de Port-Arthur, el Almirante Togo (1911), que sólo posó siete horas para Antonio, al encontrarse de paso por Nueva York. Lamentablemente no existe documentación o testimonios sobre la posible ubicación de estas esculturas, lo que ameritaría un intenso trabajo de investigación que permita su localización.
Un busto del General Santander así como el de George Washington fueron realizados para el Palacio de la Unión Panamericana
La Sociedad Hispánica realizó el encargo de un busto del pintor Joaquín Sorolla, cuya copia mereció Medalla de Plata en la Exposición de Valencia, España.
En una de sus entrevistas, Antonio hace mención a un Monumento a la Paz Universal, del que existía una maqueta y que se planificaba realizar en Estados Unidos, sin embargo no existe más información sobre éste.
Fueron intensos en acontecimientos los años que vivió Antonio en los Estados Unidos, inquietudes sociales, descontentos políticos y económicos. Sin embargo fue allí donde, por primera vez acude Antonio al cinematógrafo, donde tiene noticias sobre el Cubismo y el Futurismo
La tendencia al exceso está perfectamente marcada a lo largo de la historia pero es en el siglo XX cuando la expresión de lo excesivo y el ansia por transigir los límites de la sociedad burguesa se magnifican hasta el paroxismo. Es con la llegada de las primeras vanguardias que el arte rompe todo lo inimaginable tanto a nivel estético como ético.
El giro lingüístico que tanto repercutió en la filosofía y en pensamiento a finales del siglo XIX sirve de base y complemento ideal a todos los avances técnicos y sociales que dieron lugar a que cubistas, surrealistas y dadaístas fragmentaran el lenguaje formal del arte y su aparato conceptual. (Artelista.com Boletín número 116)
Se encuentra en América cuando el centro del mundo comienza a desplazarse y se aparta de Europa que a partir del inicio del siglo es más “complementaria que concurrente” (Histoire Critique…, 1993,10). El nuevo continente no aleja a Antonio de huelgas y desconcierto social que años antes había propiciado, también, un magnicidio en Estados Unidos. Incluso rumores del fin del mundo, vivió Antonio en Nueva York
May 19: HALLEY’S COMET BRUSHES EARTH WITH ITS TAIL (banner headline of the newspaper); 350 American astronomers keep vigil; Reactions of fear and prayer repeated; All night services held in many churches; 1881 dire prophecies recalled by comet scare. (http://spiderbites.nytimes.com/free_1910/index.html)
(Mayo, 19:EL COMETA HALLEY ROZA LA TIERRA CON SU COLA (titular del periódico); 350 astrónomos americanos se mantienen vigilantes; reacciones de pánico y oraciones se repiten; se mantienen servicios nocturnos durante toda la noche en muchas iglesias; se recuerdan 1881 profecías graves sobre el pánico del cometa)
Intensos recuerdos conservaba el escultor referentes a este hecho y al pánico que se apoderó de la población: “…y yo, pues que iba a hacer…pensaba que hasta ese momento había vivido una existencia maravillosa…”. Hubo quien se suicidó, quien pasaba los días en las iglesias en señal de arrepentimiento, quien obsequiaba dinero y pertenencias; Antonio, como siempre, impredecible, tomó partido por lo que de provechoso podía brindarle la oportunidad y comenzó a interesarse primero, y luego a investigar sobre astronomía que, en área de las ciencias, se convirtió en su pasión; incluso, años después, ofreció algunas conferencias, en Venezuela, relacionadas con sus estudios sobre los astros además de haber sido nombrado miembro honorario de la Sociedad Astronómica Hispanoamericana.
Aunque vivía, Antonio, permanentemente seducido por el mundo real que le rodeaba, quizá su temprano contacto con la muerte a través de la pérdida de sus padres motivó en él un especial interés en temas que tenían que ver con el mundo espiritual, la comunicación metafísica y todo aquello que careciera de una justificación científica. Hombre de fe intensa, su actitud no consistía en cuestionar sino en complementar sus conocimientos y, muy particularmente en obtener respuestas a fenómenos, aparentemente inexplicables. Sociedades espiritistas, congresos y estudios psíquicos avalados por importantes científicos como William Crookes y Russel Wallace adquirían particular importancia en esa época, sin embargo, a pesar de asistir a las sesiones de los más reputados “mediums” de Nueva York, confesaba no haber salido nunca realmente convencido de la veracidad de las comunicaciones metafísicas que observó; charlatanes y oportunistas recibían grandes sumas de dinero por lo que terminaban siendo “efectos especiales”, ayudantes escondidos y personajes encubiertos que investigaban la vida de los incautos.
Sin embargo, durante toda su vida se sintió un hombre especialmente sensible a los asuntos metafísicos; precisamente de su época en Nueva York data una particular anécdota, referente al tema. Su larga estancia en esa ciudad fue propicia para establecer, como era costumbre en él, lazos amistosos profundos y trascendentales en especial con un joven hijo de una prominente familia de banqueros judíos. Al viajar el joven a Europa, en unas vacaciones, sufrió un grave accidente en el que murió instantáneamente. Antonio relataba como, estando él en Norteamérica a cientos de kilómetros de distancia, recibió claramente un mensaje de su amigo que al momento de morir le pidió que fuera con sus padres para prepararlos y confortarlos para el momento en que recibieran la noticia de su muerte. Así lo hizo Antonio, sin dudar ni un momento de lo veraz del mensaje. Rodríguez del Villar lo relataba así, naturalmente, y comentaba no haber necesitado más prueba para realizar esa desagradable misión que la convicción de que aquélla era , sin duda alguna, la voz de su amigo; incluso comentaba, después de un solemne momento de seriedad que la pareja agradeció profundamente su compañía y unos meses después ofrecieron “adoptarlo” ya que no tenían herederos de su fortuna y el cariño los había ligado entrañablemente a Antonio, después de ese comentario volvía dibujarse su sonrisa y terminaba por decir que no podía aceptar ese tipo de regalos y menos cuando le faltaban tantas experiencias por vivir y tantos lugares por recorrer.
En el año 1914, Antonio se encuentra en San Francisco, California participando en una exposición en esa ciudad, sin embargo su presencia allí se debe a que nuevamente realiza un trabajo de decoración en el frontis de la Basílica de la Misión de Dolores. Una vez más, Antonio trabaja como escultor ornamentista, al igual que lo hizo de niño, en el Ayuntamiento de Sevilla y en el Teatro Nacional de México; este tipo de trabajo lo realizará en dos oportunidades más: en la Escuela Normal de Santiago de Veraguas, en Panamá y en el Salón de Actos de Colegio Bartolomé en Colombia.
Un año más permanece en Estados Unidos donde realiza trabajos de menos importancia: bustos, relieves, fuentes. Antonio cuenta ya con treinta y cinco años; lamentablemente carecemos de información sobre sus aventuras sentimentales durante estos años, sin embargo obviamente no ocurrió nada trascendental hasta este momento; amistades y trabajo ocupaban su tiempo; sin embargo la necesidad de realizar trabajos de fundición en Barcelona, España, lo motivan, una vez allí, a hacer contacto con personalidades de la ciudad, además, en el fondo de su corazón siempre había albergado la idea de casarse con una catalana.
AMÉRICA, POR PRIMERA VEZ
(1908-1915)
MÉXICO
De nuevo nos encontramos con escasa información sobre Antonio. No existen documentos fotográficos sobre su trabajo en México, ni especificaciones acerca de la obra realizada o sobre el área del la edificación en la que realizó su trabajo. Probablemente, la contratación no se llevó a cabo directamente; en esa época, los artistas trabajaban grandes obras en grupo o para talleres de renombre que llevaban a cabo la obra. De cualquier manera, sólo sería posible identificar o, por lo menos, realizar un estudio comparativo mediante una observación directa y minuciosa de la decoración del Teatro, en general, para establecer una relación entre ésta y los trabajos de escultura decorativa realizados por Antonio.
Sin embargo, poco tiempo permanece Antonio en México, a principios de 1909, lo encontramos ya en Estados Unidos donde permanecerá alrededor de seis años.
ESTADOS UNIDOS
Como sucedía, generalmente, Rodríguez del Villar manejaba los obstáculos con inteligencia y practicidad; Nueva York fue la ciudad donde decidió establecerse y allí busco la forma de solucionar un molesto inconveniente: el idioma. Con la idea de resolver este problema lo antes posible, compra un diccionario y un ejemplar de las Obras Completas de William Shakespeare, por supuesto, en inglés; fue así como adquirió sus conocimientos esenciales en la nueva lengua que fue perfeccionando a través de la práctica.
Comienza aquí la etapa de incansable y constante creación de Antonio que no se detendrá, prácticamente, hasta los últimos días de su vida: “Estas manos mías sólo hallan el descanso y la felicidad en el barro de sus creaciones”
Según sus propias palabras, Antonio viaja a Nueva York para “realizar un trabajo encargado por medio de unos amigos”, sin embargo su ingenio y las circunstancias fueron propicias para que su llegada a la ciudad fuera motivo de revuelo.
Tres días antes del aniversario de la muerte de Abraham Lincoln, Antonio encontraba hospedaje en la casa de unos conocidos, eran días fríos y en particular la última nevada había sido intensa; entonces surge, en él, la idea de modelar, allí mismo, un busto del ex presidente. Así, mientras unas jóvenes le ayudaban amasando bolas de nieve, Antonio iba modelando el busto. Al verlo trabajar, las personas que pasaban corrieron la voz y al cabo de un rato se formó una larga fila de curiosos que duró todo el día; tantos fueron los admiradores de la obra que fue necesaria la policía para preservar el orden. Tres días duró la obra perfecta, impecable ya que en ese tiempo no llovió ni nevó pero la helada fue tan intensa que sirvió para conservar el busto “con el aspecto y la contextura del alabastro”, según palabras del propio Antonio. Durante esos tres días, el público fue constante, incluso se habló en los periódicos sobre el acontecimiento, absolutamente insólito para la época. Antonio había manejado sabiamente una fantástica estrategia publicitaria: aquel suceso le valió una considerable cantidad de encargos.
De allí en adelante, no sólo fueron útiles relaciones y contactos, con el paso del tiempo Antonio iba adquiriendo cierta fama a causa de sus obras y, al llegar a cualquier ciudad, importantes periódicos lo entrevistaban y realizaban resúmenes de su vida y obra. Son muchos los documentos periodísticos que han llegado a mis manos, los cuales se inician con la frase: “Nos visita el reconocido autor del Monumento de Carabobo…” o “Durante una breve temporada fijará residencia en nuestro país el célebre escultor Antonio Rodríguez del Villar…”. Esas publicaciones no sólo sirvieron como medio de publicidad útil para Antonio durante su vida profesional, al pasar el tiempo, se han convertido en una esencial fuente de información para descubrir información y para entender muchos aspectos sobre la personalidad y la trayectoria de Antonio Rodríguez del Villar.
En el año 1909, Antonio realiza uno de sus trabajos más cercanos a su corazón; aunque no poseen la grandiosidad de sus monumentos, los Doce Músicos Sagrados, tallados en roble para el Coro de la Catedral de San Juan el Divino en Nueva York; representan una exquisita demostración de la delicadeza con que Antonio supo trabajar la madera. El encargo, al parecer, no le fue realizado directamente sino a través de la firma de John Barber & Company.
La Guía de la Catedral, publicación que muestra una explicación detallada sobre la decoración de la hermosa edificación, especifica:
The Choir Stalls, rising in three tiers on each side of the Choir proper, were designed by Hems and La Ferge from studies of the stalls in the Cathedral of San Domenico, Taormina, Sicilia. They are of oak and were made by the John Barber Company, of Philadelphia. The finials of the stalls are figures of great musicians and composers of church music, represented in the costumes of their day.
(Las Sillas del Coro, que ascienden en tres niveles a cada lado del Coro, propiamente dicho, fueron diseñadas por Hems y La Ferge, a partir de estudios sobre las sillas del Coro en la catedral de San Domenico, Taormina, Sicilia. Estan fabricadas en roble y fueron hechas por la Compañía John Barber de Filadelfia. Los extremos de las Sillas están rematados por figuras de los grandes músicos y compositores de música sacra, representados en los ropajes de su época)
Los músicos que componen esta decoración son: David, Asaph, Santa Cecilia, Palestrina, Purcell, Haydn, Mendelsohn, San Gregorio el Grande, Talus, Bach, Haendel y Bertniansky.
La detallada minuciosidad del trabajo no sólo en las proporciones sino en la posición, expresión y detalles de los ropajes de los personajes refleja, además del cuidado, la destreza y perfección con que Antonio dominaba la talla en madera, respetando la textura y delicadeza del material; todo ello a pesar de que, lamentablemente, fueron pocos los trabajos realizados por él en este material y, apenas este grupo de Músicos, el único que menciona el autor y del que poseo un respaldo fotográfico enviado por el Archivista Episcopal de Nueva York.
A partir de esta época, existe una descripción más detallada de la obra de Rodríguez del Villar: nombre y ubicación de las esculturas y, en muchos casos, anécdotas y descripción de la realización de algunas de las obras, así como documentación fotográfica. Toda esta información, transmitida a través de sus breves notas o, la mayoría, en periódicos; además de lo que él mismo comunicaba en sus conversaciones.
Comienza en Estados Unidos la producción de una serie de bustos inolvidables para el escultor, entre ellos: busto del Presidente Taft, del banquero Pierpont Morgan y un tercero del célebre héroe japonés de la Batalla de Port-Arthur, el Almirante Togo (1911), que sólo posó siete horas para Antonio, al encontrarse de paso por Nueva York. Lamentablemente no existe documentación o testimonios sobre la posible ubicación de estas esculturas, lo que ameritaría un intenso trabajo de investigación que permita su localización.
Un busto del General Santander así como el de George Washington fueron realizados para el Palacio de la Unión Panamericana
La Sociedad Hispánica realizó el encargo de un busto del pintor Joaquín Sorolla, cuya copia mereció Medalla de Plata en la Exposición de Valencia, España.
En una de sus entrevistas, Antonio hace mención a un Monumento a la Paz Universal, del que existía una maqueta y que se planificaba realizar en Estados Unidos, sin embargo no existe más información sobre éste.
Fueron intensos en acontecimientos los años que vivió Antonio en los Estados Unidos, inquietudes sociales, descontentos políticos y económicos. Sin embargo fue allí donde, por primera vez acude Antonio al cinematógrafo, donde tiene noticias sobre el Cubismo y el Futurismo
La tendencia al exceso está perfectamente marcada a lo largo de la historia pero es en el siglo XX cuando la expresión de lo excesivo y el ansia por transigir los límites de la sociedad burguesa se magnifican hasta el paroxismo. Es con la llegada de las primeras vanguardias que el arte rompe todo lo inimaginable tanto a nivel estético como ético.
El giro lingüístico que tanto repercutió en la filosofía y en pensamiento a finales del siglo XIX sirve de base y complemento ideal a todos los avances técnicos y sociales que dieron lugar a que cubistas, surrealistas y dadaístas fragmentaran el lenguaje formal del arte y su aparato conceptual. (Artelista.com Boletín número 116)
Se encuentra en América cuando el centro del mundo comienza a desplazarse y se aparta de Europa que a partir del inicio del siglo es más “complementaria que concurrente” (Histoire Critique…, 1993,10). El nuevo continente no aleja a Antonio de huelgas y desconcierto social que años antes había propiciado, también, un magnicidio en Estados Unidos. Incluso rumores del fin del mundo, vivió Antonio en Nueva York
May 19: HALLEY’S COMET BRUSHES EARTH WITH ITS TAIL (banner headline of the newspaper); 350 American astronomers keep vigil; Reactions of fear and prayer repeated; All night services held in many churches; 1881 dire prophecies recalled by comet scare. (http://spiderbites.nytimes.com/free_1910/index.html)
(Mayo, 19:EL COMETA HALLEY ROZA LA TIERRA CON SU COLA (titular del periódico); 350 astrónomos americanos se mantienen vigilantes; reacciones de pánico y oraciones se repiten; se mantienen servicios nocturnos durante toda la noche en muchas iglesias; se recuerdan 1881 profecías graves sobre el pánico del cometa)
Intensos recuerdos conservaba el escultor referentes a este hecho y al pánico que se apoderó de la población: “…y yo, pues que iba a hacer…pensaba que hasta ese momento había vivido una existencia maravillosa…”. Hubo quien se suicidó, quien pasaba los días en las iglesias en señal de arrepentimiento, quien obsequiaba dinero y pertenencias; Antonio, como siempre, impredecible, tomó partido por lo que de provechoso podía brindarle la oportunidad y comenzó a interesarse primero, y luego a investigar sobre astronomía que, en área de las ciencias, se convirtió en su pasión; incluso, años después, ofreció algunas conferencias, en Venezuela, relacionadas con sus estudios sobre los astros además de haber sido nombrado miembro honorario de la Sociedad Astronómica Hispanoamericana.
Aunque vivía, Antonio, permanentemente seducido por el mundo real que le rodeaba, quizá su temprano contacto con la muerte a través de la pérdida de sus padres motivó en él un especial interés en temas que tenían que ver con el mundo espiritual, la comunicación metafísica y todo aquello que careciera de una justificación científica. Hombre de fe intensa, su actitud no consistía en cuestionar sino en complementar sus conocimientos y, muy particularmente en obtener respuestas a fenómenos, aparentemente inexplicables. Sociedades espiritistas, congresos y estudios psíquicos avalados por importantes científicos como William Crookes y Russel Wallace adquirían particular importancia en esa época, sin embargo, a pesar de asistir a las sesiones de los más reputados “mediums” de Nueva York, confesaba no haber salido nunca realmente convencido de la veracidad de las comunicaciones metafísicas que observó; charlatanes y oportunistas recibían grandes sumas de dinero por lo que terminaban siendo “efectos especiales”, ayudantes escondidos y personajes encubiertos que investigaban la vida de los incautos.
Sin embargo, durante toda su vida se sintió un hombre especialmente sensible a los asuntos metafísicos; precisamente de su época en Nueva York data una particular anécdota, referente al tema. Su larga estancia en esa ciudad fue propicia para establecer, como era costumbre en él, lazos amistosos profundos y trascendentales en especial con un joven hijo de una prominente familia de banqueros judíos. Al viajar el joven a Europa, en unas vacaciones, sufrió un grave accidente en el que murió instantáneamente. Antonio relataba como, estando él en Norteamérica a cientos de kilómetros de distancia, recibió claramente un mensaje de su amigo que al momento de morir le pidió que fuera con sus padres para prepararlos y confortarlos para el momento en que recibieran la noticia de su muerte. Así lo hizo Antonio, sin dudar ni un momento de lo veraz del mensaje. Rodríguez del Villar lo relataba así, naturalmente, y comentaba no haber necesitado más prueba para realizar esa desagradable misión que la convicción de que aquélla era , sin duda alguna, la voz de su amigo; incluso comentaba, después de un solemne momento de seriedad que la pareja agradeció profundamente su compañía y unos meses después ofrecieron “adoptarlo” ya que no tenían herederos de su fortuna y el cariño los había ligado entrañablemente a Antonio, después de ese comentario volvía dibujarse su sonrisa y terminaba por decir que no podía aceptar ese tipo de regalos y menos cuando le faltaban tantas experiencias por vivir y tantos lugares por recorrer.
En el año 1914, Antonio se encuentra en San Francisco, California participando en una exposición en esa ciudad, sin embargo su presencia allí se debe a que nuevamente realiza un trabajo de decoración en el frontis de la Basílica de la Misión de Dolores. Una vez más, Antonio trabaja como escultor ornamentista, al igual que lo hizo de niño, en el Ayuntamiento de Sevilla y en el Teatro Nacional de México; este tipo de trabajo lo realizará en dos oportunidades más: en la Escuela Normal de Santiago de Veraguas, en Panamá y en el Salón de Actos de Colegio Bartolomé en Colombia.
Un año más permanece en Estados Unidos donde realiza trabajos de menos importancia: bustos, relieves, fuentes. Antonio cuenta ya con treinta y cinco años; lamentablemente carecemos de información sobre sus aventuras sentimentales durante estos años, sin embargo obviamente no ocurrió nada trascendental hasta este momento; amistades y trabajo ocupaban su tiempo; sin embargo la necesidad de realizar trabajos de fundición en Barcelona, España, lo motivan, una vez allí, a hacer contacto con personalidades de la ciudad, además, en el fondo de su corazón siempre había albergado la idea de casarse con una catalana.
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